Publicado el año 1978 en la Antología "Nosotros"
del Taller Literario del Ministerio de Educación.
POEMA 1.
Deja que siga tu luz cayendo sobre mis silencios.
Quiero sumergirme aun más entre dorados cielos,
entre blandas palabras y volver...
volver algún día, en algún tiempo.
Tu mirada rosada, acariciante,
simula entre las piedras, claridad;
dubitativo andante de las horas
vuelves y terminas al pasar.
Déjame volver como tu mismo
en cantos, siglos o en una tempestad;
deja que llene este lugar mi alma,
que tan solo un día me crea inmortal.
Comprime mis ideas en mi boca,
abeja que murmura y no se sabe callar;
igual es mi cerebro, calcula eternamente
cada latido fuerte del corazón al mar.
Son tantos los latidos
y aún pasan las horas...
detén el tiempo hoy día
y no me dejes pensar.
Aún quiero encontrarme, continúo mi espera;
aún mi cuerpo todo quiere volver al mar
y la noche demora su curso entre silencios,
el tiempo me sonríe... no digas que se va.
Quiero sumergirme aun más entre dorados cielos,
entre blandas palabras y volver...
volver algún día, en algún tiempo.
Tu mirada rosada, acariciante,
simula entre las piedras, claridad;
dubitativo andante de las horas
vuelves y terminas al pasar.
Déjame volver como tu mismo
en cantos, siglos o en una tempestad;
deja que llene este lugar mi alma,
que tan solo un día me crea inmortal.
Comprime mis ideas en mi boca,
abeja que murmura y no se sabe callar;
igual es mi cerebro, calcula eternamente
cada latido fuerte del corazón al mar.
Son tantos los latidos
y aún pasan las horas...
detén el tiempo hoy día
y no me dejes pensar.
Aún quiero encontrarme, continúo mi espera;
aún mi cuerpo todo quiere volver al mar
y la noche demora su curso entre silencios,
el tiempo me sonríe... no digas que se va.
CONTIGO A SOLAS.
Otra
vez aquí - dice mamá – ya verás que esta vez no llega.
Y
sigo esperándote acurrucada junto a la ventana; ¿ si estoy cómoda – que se yo.
Ojalá te guste mi peinado y… ¿hasta que hora crees que te voy a esperar? ¿Qué
diez minutos es suficiente? quince por favor…
Pero
ya deben haber pasado siglos, no entiendo por qué no llegas. ¡Las sombras de
los árboles se alargan, se transforman y me entretiene imaginar en ellas
muñecos que bailan para mi y… claro, si, es que no se me ocurre nada más
inteligente.
Mi
perro que corretea por el patio, salta y juega casi encima de mi.
¡Calmen
ese perro que me pone más nerviosa! ¿no ven que me ensucia la falda? al parecer
hoy todo me sale mal: la ducha helada, el pan se quemó, un tres en historia y
ahora tú… seguro que vienes caminando lentamente.
Si,
te escucho, la señora que conociste en el bus te dio el teléfono, ¡no digas que la
vas a llamar!, si, es Adolfo que está hablando con la niña de la fiesta; ¿no
hables muy largo, quieres? bueno, no importa, te espero… en fin, resignación.
Te he esperado una eternidad de angustias, sigo sentada y hasta la ventana se
ríe de mi.
Una
pareja camina alegremente bajo el sol de mi calle, las sigo y soy feliz. ¡Quién
pudiera ir riendo contigo de la mano! formar mil sonrisas en el trazo débil que
es tu boca e inclinada en tus ojos, encontrarme.
Pero
comparto tus ojos con la niña que conversa conmigo por las tardes, con la señora de la micro, el niño de las calugas y tantos otros. Creo que hasta el perro que
me asusto cuando paseábamos por el parque, le has dado de lo tuyo más que a mi.
Pero
te espero y las voces de mi casa se pierden en mi anhelo de encontrarte. Todo
sería distinto si estuvieras conmigo.